jueves, 18 de febrero de 2010

Autorretrato

Su silueta apareció de la nada, la luz definía sus líneas, su figura, su cintura, sus senos, su cabello largo, cayendo libre sobre sus hombros y parte de la espalda.
Estaba desnuda, podía apreciarse el líquido ámbar que contenía la copa que sostenía su mano derecha y el humo del cigarro saliendo por los orificios de su boca y su nariz.

Caminaba descalza de un lado a otro de la habitación, sus pasos eran ligeros, armoniosos, delicados, lentos y cayados, como si danzara dentro de aquel salón en penumbras una melodía en silencio, sin notas, sin acordes.

Detuvo sus pasos frente a un caballete, roso con las yemas de los dedos el lienzo en blanco, la ventana se entre abrió dejando entrar un poco de luz, miro al espejo y vio su reflejo, colocó la copa en la mesa y el cigarro en el el cenicero, tomó un pincel, lo paso por encima del oleo color carne y trazo una línea seguida de otra y otra.

Su rostro, cambiaba según el trazo, su ceño se fruncía, hacía una mueca, torcía los labios, sonreía. De vez en vez bebía de la copa y daba una bocanada a aquél cigarro o prendía otro. No quitaba la mirada del lienzo que comenzaba a cobrar vida.