martes, 23 de marzo de 2021

En algún lugar de mi memoria

 En algún lugar de mi memoria guardo, ese sueño...

Tu y yo con algunos años de más, recorriendo algún lugar, algún terruño, tus canas, las mías, el paso lento de nuestro andar, caminando algún pastizal, quizás ya viejas, pero tu mirada y la mía al conectar eran como la del primer día.

Como si hubiésemos concluido la misión y al fin se nos permitiera estar juntas, de la mano, viviendo ese amor que se quedó como en pausa.

Nos recuerdo en ese sueño, tu y yo mirándonos con esa complicidad, con ese brillo en los ojos, aunque nuestro paso no fuera ágil o ligero, no importaba, nos mirábamos, tus manos y las mías se tomaban como si nada importará, como si ya no le debiéramos cuentas a nadie, como si al final del día de la vida, pudiéramos estar juntas en esta existencia.

Tu cola de caballo alborotada por el viento de una tarde de otoño, tus pasos pisando la hojarasca que nos advierte el final del verano, viviendo el otoño de nuestros años, tú y yo, viviendo al fin ese deseo, en un terruño alejado, tú y yo, viviendo sin prisas, escuchando el viento acariciar las copas de los árboles, escuchando el silencio, tú y yo contándonos una y otra vez las historias, revisando las fotos, sonriendo por cada momento vivido. Por los sueños, por lo cumplido, por lo que nos queda, si es que otra vez nos volvemos a encontrar.

En algún lugar de mi memoria está ese sueño que tuve cuando nos volvimos a encontrar.


Confesión

 Te amo, aunque no sé si es como el primer día.

Del primer día, puedo recordar tu voz, el sonido de tu voz, el estremecer de mi ser ante el sonido de tu voz...

Del primer día en persona. A lo lejos te vi y sentí una especie de miedo y me empuje a la experiencia de vivir lo que habría de venir. 

Recuerdo esa valentía de besarte frente a la gente, sin saber si era el primero de muchos o el último, es rico saber que fue el primero de muchos, no tan lindo saber que esos besos eran contados.

Hoy, luego de tantos años, aprendiendo a vivir sin la cercanía de tu cuerpo, sin el sabor de tus labios, pero, estando presente de alguna u otra forma, tu en mi vida, yo en la tuya... Me doy cuenta que te amo, un poco como el primer día y otro tanto como el día a día que nos regala cada mañana, tu en tu cama yo en la mía, tu en tu vida, yo en la mía, te amo, sin miedo y con miedo, te amo en silencio, porque hace mucho las palabras se tornaron enemigas, porque el pasado pareciera haber quedado disuelto entre tanta palabrería, sin embargo quedan los hechos, el irrefutable hecho, de que, a pesar de las palabras y el tiempo, seguimos ¿juntas?, en un juntas pero no revueltas, en un juntas no sé si mirando hacía el mismo rumbo, pero juntas, en una especie de cotidiana familiaridad, en una curiosa y peculiar forma de intimidad en la que los cuerpos no se juntan, pero se evitan, como si se evitara aquello que se sabe es agradable y lo acompaña el miedo a quedarse en ese disfrute dejando que pasen las horas y los días,  cualquiera que sea la razón; hay miedo.

Mi mirada se desliza por tu nariz, tus labios y ese lunar que decora tu mejilla, debo ser discreta y disimulada, debo girar mi cuerpo hacia otro lado, cuando pasas junto a mí, así cerquita y el aroma de tu aliento vaga por el viento y en un suspiro largo lo retengo en mi ser, evitar... es la palabra, evitar la vulnerabilidad que sugiere el arranque de abrazarte y poner un beso en tus labios y saciar este deseo de saber tu verdad. Vulnerabilidad que he evitado, haciéndome la fuerte, cuando me derrite tu presencia, cuando me provocas la más dulce ternura y la pasión de sentir tu cuerpo junto al mío, cuando me haces sentir fuerte y cuando tratamos de apoyarnos y darnos fuerzas para continuar con el día siguiente, con el sueño que le sigue al otro, para lograr aquello que anhelamos.

De entender que quieres mucho y deseas tanto que en el intento te pierdes, que en ese suspiro por perseguir tu sueño se desvanece ese momento de creación, de estar y contener ese abrazo que si bien, no te da la fuerza, creo yo en algo te ha de servir, pero lo contengo... es el miedo a ser vulnerable, frágil ante ti y a la vez permitirlo de vez en vez cuando la ocasión lo amerita.

Te amo, quizás ya no tan impulsivamente, quizás ya no tan inseguramente, pero te amo, te amo en la confianza de mí, en la seguridad que me ha permitido explorar estos años contigo y sin ti.

Una confesión hecha en letras que no se ha de llevar el viento, como las palabras que son dichas, lo escribo. Te confieso que en algún momento esperé curarme de ti, hasta que entendí que no eras tu de quien había de curarme sino del miedo a perderte, del miedo que supone la inseguridad, la necesidad de perpetuar aquello que da la felicidad.

Te amo y esa es mi verdad... te amo tan espiritual como humanamente, te amo como la vida me ha enseñado a amar y como he aprendido a amarme.