sábado, 5 de junio de 2010

Todos los días son de fiesta

Sencillamente amanecer entre tus brazos es motivo de fiesta…
El amanecer que nos regala el primer rayo de sol que penetra por la ventana en la que hoy es nuestra habitación.
Y acaricia tu cara, lentamente abres los ojos y saludas a la mañana que comienza. Te quedas en cama, en calma un rato, como recordando tus sueños, como agradeciendo a la vida, a Dios por el nuevo día que te regala, que nos regala…
A veces se escuchan a los pájaros otras los autos que se apresuran por llegar temprano a sus destinos, en fin… te quedas acostada un rato, me buscas con tus manos, me encuentras con tus brazos y tus labios, me llenas de besos… y de a poco y como no queriendo mis ojos se abren adormilados y felizmente encuentran tu rostro a escasos dos centímetros de mi cara, y nuestras bocas se acomodan para dar y recibir el beso de los buenos días.
Tu sonrisa, ese regalo diario, es el mejor presente el mejor obsequio, es saberte contenta, sentirte plena…
El desayuno, la mesa se viste de manteles largos, tú en la cocina haces de un pan tostado el más delicioso de los manjares y mejor aún sazonado con un beso y otro y tus manos tomando las mías mientras bebemos de nuestro café, tu mirada, la mía se cruzan, dicen tantas cosas, no existe lenguaje aún para explicar el significado de una mirada, de tu mirada y la mía diciéndose cosas…
Dan las 11 a.m. Nos ejercitamos a veces meditando otras en aquél aparato, o bien haciendo el amor, pero quemamos calorías, generamos endorfinas y continuamos con el verbo to be y la regla gramatical de un precioso should, buscando entre los diálogos de un “sex and the city” algo que nos indique cómo utilizarlo, y jugamos y reímos con los verbos, con las oraciones y una lección de inglés se torna en la más romántica escena. Entre un beso y otro, tus caricias, tus sonrisas, y una carcajada…
Cada día lo festejo, cada día es motivo de celebración, cada día que pasa, cuando llega la hora de despedirnos para vernos hasta en la noche por los quehaceres, las labores y tareas diarias, el empleo, compromisos y demás que nos separan como ha de ser en la vida de todo mortal, y no me quejo, al contrario porque así te extraño más y más… Es esperar la hora para verte de nuevo, para entregarte los besos y las caricias que se acumularon en el día, para entregarlos y compartirlos en la intimidad de las paredes que hoy forman el hogar que día a día vamos construyendo…
Todos los días festejo, todos los días que despierto y encuentro tu cuerpo descansando junto al mío, o por la madrugada cuando nos buscamos con las manos, hasta amarrarnos en un abrazo.
De día, de noche, de madrugada, a cualquier hora te pienso, doy gracias a Dios cada mañana, a veces también por la tarde, y siempre cuando sé que esa sonrisa es por mi culpa porque lo dices, porque me la regalas… porque te veo feliz y ante eso no hay mejor motivo de celebración…