viernes, 6 de julio de 2018

Guerrera

Eligió mil batallas mucho antes de enterarse que era una guerrera. En su cuerpo lleva cicatrices y todavía heridas frescas de cada vez que se batió cuerpo a cuerpo con eso llamado amor.

Levantó varias veces cada pedazo de su cuerpo, y como pudo lo acomodo, así, cada lágrima, cada tristeza, cada rencor los embonaba con cuidado nuevamente cada vez que la vida le regalaba una lección.

El dolor forjó su camino; la tristeza y la soledad fueron las direcciones de su corazón.

Era una guerrera, sin saberlo poseía la sabiduría de la vida, gran maestra que le enseñaba a golpes el buen uso de esa fuerza llamada amor.

Se dejó caer una y mil veces, hasta que entendió que el amor no era una batalla que debía ser ganada o conquistada, que era una magia que se elegía o no vivir.

Fue una guerrera de sus propias batalla, con el paso del tiempo comprendió que no era el amor lo que dañaba si no la concepción que cada uno tienen de él.

Así con el paso del tiempo, su madurez, sus cicatrices pronto la harían mirar la magia del amor como algo que se trae por naturaleza, rompió cada esquema que tenía de él toda idea preconcebida, toda ilusión y expectativa para dejarlo en puro amor.

Ese amor que es y deja crecer y volar y soñar ese amor que acompaña, que cuida pero no invade, ese amor que entiende que cada uno tiene una batalla consigo mismo y que hay que dejar que esa batalla se dé para encontrarse con un amor guerrero.

Gabriela Ruíz.

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